Friday, October 12, 2012

El valor del trabajo: del pueblo a la capital

Ilustración de Russel Tate
Toda mi vida vi el trabajo como una forma de honrar a la persona. Mis padres, mis tíos y los padres de mis amigos trabajaban incontables horas, mis abuelos se deprimieron cuando se jubilaron y todo el mundo me alababa cuando tenía un trabajo de verano. 

Siempre había visto el trabajo como algo positivo, necesario y que la gente hacía con cariño, sonrisas y dedicación. Sin duda una visión naif, pero sigo aspirando a ella.

El precio de la frescura y la creatividad

Mi primer choque fue cuando fui a la capital y trabajé por una empresa pública. Los trabajadores aprovechaban las horas de trabajo para ir a hacer las compras, tener sexo con sus colegas de trabajo u organizar las colonias para sus hijos. Volvía a casa el fin de semana pensando que eran unos malos trabajadores. Ahora pienso que eran muy buenos ya que amaban su trabajo y dedicaban su creatividad y energías a un proyecto, se tomaban licencias pero esa era posiblemente la única forma de seguir llenando de ideas nuevas y frescura el proyecto. Este es un tipo de modelo libre en el que pienso a menudo con mi propia empresa. 

Después trabajé en una serie de empresas en las que la gente trabajaba de verdad, Olot style, proyectos nuevos y pequeños en los que se trabajaba duro, tanto en España como en el extranjero.

Descontento y veneno

El shock vino cuando empecé con una multinacional y después con una empresa de unos 70 trabajadores. Todos éramos un poco mayores y habíamos pasado por distintas empresas. En esos trabajos por primera vez me encontré con lo que es la realidad para muchas personas. Un grupo de colegas que parece que querían trabajar pero que no encajaban. Por sus comentarios dirías que se creían demasiado buenos para el trabajo, too cool for school, pero en realidad no era eso ya que son buenas y muy válidas personas, era un desencaje total con el modo de funcionar de la empresa, de la jerarquía y del mundo laboral en general. Los cafés de pasillo y las comidas estaban llenos de comentarios negativos sobre la empresa, de la forma de trabajar de esta y de los jefes, por supuesto. El veneno pasaba de una persona a la otra. Y cuanto más se decía, más veneno se producía. Un círculo vicioso difícil de romper.

Oídos sordos a quienes somos

Al poco tiempo descubrí que no era algo único de estas empresas sino de muchos sitios. Las personas cambiaron de trabajo, seguí la relación con ellas pero casualidad de las casualidades, se encontraron con estos mismos problemas en sus nuevos trabajos y siguieron esparciendo el veneno. 

A qué se debe esto? Robert dice que los españoles somos unos cínicos en cuanto al trabajo, que no importa lo que hagamos, siempre estaremos descontentos del trabajo y odiaremos a nuestros jefes. No lo sé. 

Me gusta teorizar un poco más y pensar que los trabajos de oficina han desnaturalizado al ser humano y que estas personas simplemente se están quejando porqué tienen que estar trabajando en un cubículo, cuando en realidad deberían estar haciendo otras cosas, más activas y más creativas. La sociedad nos dice que para tener éxito debemos trabajar en un rascacielos e ir vestidos sexys. Y la individualidad, no se contempla? Nos hemos olvidado de escucharnos a nosotros mismos. La prueba la tengo:  tres de estas personas “envenenadas” han sido suficientemente valientes (gracias a la prestación de desempleo) como para tomar otros caminos mucho más creativos y están de lo más felices, aunque en sus nuevos trabajos ganan poquísimo dinero.

Fluido positivo

Una vez más pongo todas mis esperanzas en la crisis que va a poner las cosas en su sitio. Ver el trabajo como una forma de realización personal. El trabajo no solamente como una aspiradora de nuestras energías y salud sino como algo que nos da. El trabajo no solamente nos debe dar dinero (aquí el gran error), nos puede dar satisfacción personal, reconocimiento, felicidad, paz mental y puede que poco dinero, ¿y qué si recibo poco dinero? Pues nada porqué el domingo por la noche no estoy deprimida pensando que al día siguiente no tengo que trabajar y porqué el 31 de Julio cuando me voy de vacaciones no pongo en mi Facebook “Por fin libre!” sino que soy libre cada día, doy y recibo, una rueda que se retroalimenta, un fluido positivo.

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